jueves, julio 12

Rabi Akiva y las dos vidas

Spoiler alert: Esta historia nada tiene que ver con el aborto. Y sin embargo...

En el tratado de Bava Metzia (62a), el Talmud nos habla de dos personas deambulando en medio de la nada. Están solos, caminando a la par y a varios días del próximo poblado. Hace calor, mucho calor, y la sed empieza a notarse. ¿Cuánto falta para que la deshidratación los termine matando?

Por suerte, uno de ellos carga con una cantimplora. Pero, como si la situación no fuera lo suficientemente angustiante, el agua alcanza para que sólo uno de ellos beba y, con sus últimas fuerzas, llegue a destino. "Si toman los dos," dice el Talmud, "se mueren." Nos guste o no, el hecho es que no hay agua para ambos.

Frente a semejante problema, ¿qué es lo que se debe hacer? ¿Qué es lo que ustedes harían? 

El Talmud nos ofrece dos opciones:

1) Dijo Ben Petora: Es mejor que tomen [agua] los dos aún si mueren y que no vea uno la muerte del otro.

El primer enfoque parecería ser un llamamiento al heroísmo, a la épica. Que tomen los dos a ver si tienen suerte y logran llegar al próximo pueblo. Que compartan el destino, el agua y los recursos, con la esperanza de que se suceda el milagro y de que nadie se muera. En caso de que el milagro no ocurra, es preferible que mueran los dos y que ninguno vea a su semejante fallecer ni tenga que cargar con la culpa del sobreviviente. Al menos, esa es la opinión de Ben Petora.

2) Hasta que llegó Rabi Akiva y explicó: "La vida de tu hermano será contigo" (Levítico 25:36). [Esto nos enseña que] tu vida tiene preferencia por sobre la vida de tu prójimo.

A diferencia de Ben Petora, de quien no sabemos casi nada, Rabi Akiva es una de las estrellas del Talmud, sabio entre los sabios, y conocido como aquel maestro que tenía la enorme capacidad de encontrar soluciones importantes a problemas complejos.

Rabi Akiva no cree, al menos en este caso, en el heroísmo o la épica. Él sabe que el agua no alcanza para los dos compañeros y está convencido de que es irresponsable decidir la ley en base a milagros que tal vez nunca aparezcan. Es por ello que Rabi Akiva determina que nuestra propia vida tiene prioridad por sobre la de nuestro prójimo y que, por lo tanto, es el dueño de la cantimplora aquel que tiene el derecho de beber el agua y llegar a la próxima estación. A la hora de elegir, nuestro sabio promueve un escenario en donde se le da preferencia a una vida (¡la propia!) antes que matar con certeza a dos.

A veces, el deseo de salvar dos vidas puede llevarnos a promover situaciones en las cuales no se salva ninguna. Cada tanto, nuestro compromiso con el valor de la vida puede cegarnos de manera tal que terminamos creando una serie de condiciones que no hacen más que atentar contra dicho principio. Y eso es posiblemente lo que le ocurrió a Ben Petora. Y a tantos de nosotros hoy en día. Y a tantos otros siglos atrás. Porque, para mí, no es casual el fraseo talmúdico del "Hasta que llegó Rabi Akiva." No creo que sea fortuito que el texto deje entrever que la situación cambió con la aparición del famoso sabio y sus enseñanzas. Como si hasta cierto punto, y tal vez con algo de razón, la mayoría hubiese avalado la esperanza sin límites de Ben Petora. Como si hasta determinado momento la gente hubiera querido apostar por ese heroísmo desenfrenado, confiados en que se podría salvar a esas dos personas perdidas en el desierto.

Pero entonces llegó Rabi Akiva y nos dijo que no es posible vivir de milagros. Y asimismo nos recordó que, a veces, y por mucho que nos duela, no podemos salvar las dos vidas. Es en ese contexto, enseña nuestro sabio, que tenemos que elegir y hacernos cargo. Es frente a esas circunstancias que no debemos escondernos en el discurso que defiende el status quo, ni librar todo a la buena de Ds, ni abrazarnos a la dialéctica de la épica milagrosa. Porque Ds no opera de esa manera y porque de nada sirve profesar el valor metafísico de toda vida cuando en la vida real, en esa vida que verdaderamente cuenta y que no depende ni de la teoría ni de las buenas intenciones, la gente se muere de forma innecesaria porque el agua no le alcanza o el acceso a los recursos que importan se le niega. Esa realidad tan propia de nuestros tiempos no sólo es terrible sino también muy cruel, y no es justo que nos quedemos con los brazos cruzados esperando que los problemas se resuelvan por sí mismos. Llega un punto en el que algo tenemos que hacer. Una vez que nos volvemos conscientes de lo que sucede ya no nos podemos desentender.

Ahora bien, yo les avisé que esta historia nada tenía que ver con el aborto. Así que, en todo caso, los invito a que sean ustedes los que saquen sus propias conclusiones. Y, dicho sea de paso, la próxima vez que salgan a caminar por el desierto, asegúrense de cargar con sus propias cantimploras!

5 comentarios:

  1. A veces el heroísmo no nos lleva a un buen final. Pensar mucho en los demás y poco en uno, en algunas situaciones, no es sabio.

    Gracias por compartir

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  2. Rabí Akiva fue quien dijo que Bar Kojba era el mashiaj?
    Los sabios fueron sabios y uno reconoce toda su labor, de igual manera, NO IMPLICA DE NINGUNA MANERA, que siempre hayan tenido una revelación adecuada. Esa es mi postura y no pretendo tener "la verdad", es con absoluto respeto.

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  3. Es respetable pero me cuesta entender y aceptar la opción de Rabí Akiva, y seria aplicable a muchas cosas mas

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  4. Si estuviera con mis hijos daría el agua a ellos...pero nunca sabes como podrias reaccionar en tal situación...

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  5. Depende quien sea el dueño de la cantimplora sabremos cual opinión sería la más correcta en esa situación. Si el dueño de la cantimplora es el mas fuerte, entonces la opinión de Rabí Akiva gana. Pero si el dueño de la cantimplora es el más débil entonces gana la opinión de Ben Petora, mejor que divida el agua antes que la pierda toda y por lo menos tendrá un día extra esperando un milagro.

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