domingo, abril 28

Reflexiones etílicas

Eruvin 61b - 76a

El Talmud, fiel a su estilo, no suele dejar tema sin trabajar. En ese espíritu, aquí comparto algunas reflexiones que aparecen en el texto sobre los efectos del alcoholismo.

Raba bar Rav Huna abre juego diciendo: "Aquel que bebió un poco no debería rezar, pero si reza su oración es aceptada, mientras que un borracho no puede rezar y si reza su oración es considerada abominable."


En principio, por tanto, la postura de este primer sabio frente al alcohol no es demasiado positiva: Quien se dedica a beber, preferible es que no rece, ya que no se encuentra en (todos) sus cabales. Aun así, hay cierta flexibilidad con aquel que sólo bebió algunos sorbos y todavía no ha llegado a perder la compostura.

Más adelante, el Talmud expresa el principio rector que se encuentra detrás de las palabras de Raba bar Rav Huna: "Todo aquel que no tiene la mente en paz es preferible que no rece."

Para los sabios talmúdicos, si uno no está en paz consigo mismo entonces no está en condiciones de dedicarse en cuerpo y alma a rezar. Si hemos perdido el equilibrio y hay cosas que nos están pasando y que perturban nuestro interior, entonces es mejor dedicar tiempo y esfuerzos a recuperar el balance para poder entonces proferir oraciones significativas y movilizantes.


Es en este contexto que el Talmud comparte una profunda reflexión sobre la condición humana: "En tres cosas se conoce la esencia del hombre: cómo es al tomar, en qué gasta su dinero y cómo es cuando se enoja."

En el original en hebreo, las tres condiciones mencionadas comparten cierto resonar similar: kosó, kisó y kaasó. De todas maneras, no dejan de ser tres vectores que permiten medir la alteración y falta de equilibrio de las personas. El exceso de alcohol puede desbalancearnos, el gasto exagerado de dinero puede volvernos esclavos de nuestro consumo y el enojo puede quemarnos por dentro con el fuego de aquello que alimenta nuestro ser iracundo. En cada uno de estos casos, bien haríamos de reconocer el desajuste y operar para rectificar el rumbo.

Lo último que tengo para compartir de las páginas que estuve leyendo en estos últimos días tiene que ver con un juego de palabras que trae el Talmud en relación a la ingesta de vino. Pero antes, una breve introducción: De acuerdo a la tradición judía, cada letra del alfabeto hebreo se corresponde con un número determinado. Por ejemplo, la Alef (primera letra del abecedario) vale 1, la Bet 2, y así hasta la Taf (última de las veintidós letras) que suma 400. Este sistema de numeración se conoce como Guematria y sirve para encontrar nuevos sentidos en expresiones y palabras.

Teniendo esto en cuenta, el Talmud nos cuenta que las palabras Iain (vino, en hebreo: יין) y Sod (secreto, en hebreo: סוד) comparten el mismo valor numérico de setenta. En consecuencia, debemos tener cuidado ya que "cuando ingresamos vino al organismo termina por salir de allí un secreto."


Siendo que el vino afloja nuestras lenguas, barreras y represiones, el Talmud finaliza recordándonos que cuanto más alcohol tomemos, más posibilidades tendremos de caer en confidencias que tal vez no deberíamos compartir. (Si quieren un ejemplo bíblico de esta ecuación "vino = secreto" no tienen más que releer la historia de Sansón y Dalila.)

Ahora sí... en caso de que sepan tomar con medida, levantemos las copas y pronunciemos las palabras hebreas que acompañan a todo brindis que se precie de tal: ¡Lejaim! (o en español: ¡Por la vida!).

¡HADRAN ALAJ HADAR!
¡VOLVEREMOS A TI HADAR!

domingo, abril 21

Comida, sexualidad y Tora: Metáforas inesperadas

Eruvin 54b - 61b

En tanto seres humanos, somos seres simbólicos. Somos quienes somos a partir del uso que hacemos del lenguaje. Configuramos nuestro mundo a partir de las lenguas que utilizamos, de los modismos que adoptamos y de las formas que propiciamos en nuestras interacciones.

Más aun: Somos símbolos sobre símbolos, ya que no son pocas las veces en las que somos hablados por metáforas. Dichas metáforas resignifican, enriquecen y arrojan nueva luz sobre la forma en la que vemos en el mundo.


Es en este contexto que se me hace sumamente interesante analizar tres metáforas que el Talmud nos plantea en las hojas del día. El texto busca describir de alguna manera la relación entre el sabio y su objeto (¿o sujeto?) de estudio - la Tora - y lo hace aludiendo a dos áreas que están más conectadas de lo que parecería: la comida y la sexualidad. Como verán, estas metáforas no son aptas para menores de edad...

La primera:

"¿Por qué fueron asemejadas las palabras de la Tora a una higuera? Así como en la higuera, en todo momento en que el hombre la toca, se encuentran higos [comestibles] lo mismo ocurre con las palabras de la Tora: Cada vez que el hombre medita sobre ellas les encuentra gusto."

Al parecer, la higuera no tiene una época específica del año en donde da higos, sino que los higos van creciendo a lo largo de todo el año y madurando en diferentes temporadas. En consecuencia, siempre que el hombre vaya a la higuera, habrá de encontrar frutos que pueda disfrutar. También con la Tora, enseña el Talmud, pasa algo similar. El punto es acercarse al texto y palparlo, explorarlo y saborearlo ya que siempre se podrá encontrar palabras que se encuentren en su punto justo, no tanto desde el punto de vista del árbol - y recordemos que la Tora es "Árbol de Vida" - sino para el estudioso: No todo lo que la Tora tiene para ofrecer puede ser entendido en una determinada temporada. Hay enseñanzas que merecen maduración y hay secretos que no pueden ser rápidamente revelados o disfrutados. Todo tiene su tiempo, pero el árbol no deja de regalarnos sus frutos.


Vamos con la segunda (agárrense...):

"¿Por qué fueron asemejadas las palabras de la Tora a una cierva? Para enseñarte que así como la cierva tiene la matriz angosta y es deseable para quien la penetra una y otra vez como si fuera la primera vez, de igual manera ocurre con las palabras de la Tora las cuales son deseables para sus estudiosos a cada hora como si fuera la primera vez [que las estudian]."

De palpar higos a describir la sexualidad de los ciervos hay todo un salto, ¿verdad? Y sin embargo, ambas metáforas comparten el sentido exploratorio, la búsqueda y el encuentro con aquello que a priori se mantiene oculto tras los velos de aquello que no se conoce. En esta segunda imagen, el Talmud ya no habla de enseñanzas para cada temporada, sino de la forma en la cual un verdadero estudioso se allega al texto: Siempre con la frescura de la primera vez. Quizá sea menos torpe y más sutil; tal vez con el tiempo sepa encontrar nuevos rincones y descubrir nuevos caminos, pero el amor al estudio debe conservar el asombro, el amor y la pureza de los primeros encuentros.


Para cerrar:

"¿Por qué fueron asemejadas las palabras de la Tora con un pezón? Así como el pezón, cada vez que el niño lo toca encuentra en él leche, así también con las palabras de la Tora: Cada vez que el hombre medita sobre ellas les encuentra gusto."

La tercera metáfora de alguna manera combina las dos anteriores. Se asemeja a la primera en términos de comida, se asemeja a la segunda en la utilización de una figura que aun cuando vira hacia la metáfora materna, no deja de comparar a la Tora con un pezón. Y quizá el uso del niño tampoco sea casual: Volvemos a encontrarnos con la invitación a nunca perder la ingenuidad, la curiosidad y la manera no prejuiciosa con la que un bebé se relaciona con el mundo y se nutre con la leche de su madre. De igual manera, parecería decirnos el Talmud, tal vez nosotros también podamos nutrirnos de las palabras de la Tora si tenemos a bien no encarar el estudio desde el prejuicio o la sensación de que nada hay allí que se nos pueda enseñar.


Comida, sexualidad y Tora.
¿Quién lo hubiera dicho para un post talmúdico de domingo por la mañana?

PD: Es gracias a este tipo de metáforas que generaciones más tarde el Zohar planteará una Tora personificada, la cual se asemeja a una doncella que nos invita a seducirla y conquistarla, siendo los estudiosos transformados en guerreros medievales que buscan rasgar todos los velos que los separan de un encuentro sin intermediarios con el misterio de aquello que - paradójicamente o no - queda más allá de todas las palabras. Si les interesa leer un poco más sobre el tema, hagan click aquí.

¡HADRAN ALAJ KEITZAD MEAVRIN!
¡VOLVEREMOS A TI KEITZAD MEAVRIN!

viernes, abril 19

A disfrutar del mundo se ha dicho!

Eruvin 52b - 54a

El otro día empecé a leer el libro "La Civilización de Israel en la Vida Moderna" del rabino Mordejai Kaplan. En esta obra, el autor plantea la necesidad de dejar de pensar en el judaísmo en tanto religión para entender que el judaísmo es mucho más que su componente religioso: lenguaje, cultura, historia, relaciones sociales e instituciones de diversa índole también conforman parte del núcleo judío.


Les cuento esto porque Kaplan comienza diciendo que el judaísmo está en crisis, y que una de las razones principales de esta situación se relaciona con el hecho de que los judíos ya no están interesados en lo que era una de las aristas centrales de la teología de antaño: el acceso a la salvación en el mundo por venir. En la antigüedad, sostiene Kaplan, el judío permanecía dentro del pueblo porque al cumplir con la Tora - entendida como la palabra y voluntad de Ds - se aseguraba un porvenir maravilloso tras la muerte terrenal.

La premisa del autor se basa en el hecho de que sólo así se puede explicar cómo el judaísmo no se desbandó frente a siglos de malos tratos, humillaciones, persecuciones, autos de fe, pogroms y demás.

Es cierto que los judíos no han tenido una historia de difícil digestión. Pero lo cierto es que no todos los textos judíos buscan apostar un pleno al mundo por venir. Más aun: No hay demasiadas descripciones talmúdicas de lo que nos espera en el más allá. Por el contrario el judaísmo parecería preocuparse insistentemente por el aquí y ahora. Por aquello que hacemos y dejamos de hacer. Por los caminos que debemos transitar para dejar una huella positiva y trascendente en este mundo.

En este sentido, y por citar un ejemplo, hoy me encontré leyendo en el Talmud el siguiente consejo que Shmuel le dio a su alumno Rav Iehuda:

"Toma y come, toma y bebe, ya que el mundo del cual algún día nos iremos se asemeja al banquete de una boda."

Shmuel tiene claro que uno no puede procrastinar en lo que refiere a disfrutar de este mundo. Todos aquellos que prefieren dejar para después aquellos placeres mundanos que nos rodean se equivocan, porque los mismos se asemejan a una boda, cuyo banquete desaparece luego de un par de horas de fiesta. Todos los que prefieran esperar hasta el día siguiente para disfrutar del festín, verán que se han quedado sin el pan y sin la torta.


De igual manera, a continuación del consejo de Shmuel, aparece Rav aconsejando a su alumno Rav Hamnuna:

"Si tienes con qué date gustos en vida ya que no hay disfrute en la fosa y la muerte no espera."

Nuevamente la misma idea: Si uno tiene la chance, no debería elegir por negarse a disponer de sus ingresos para darse ciertos gustos en vida. De hecho, el mensaje que estos sabios parecerían legarnos es que darle la espalda al mundo sería un gravísimo error conceptual.

Cuentan que poco tiempo antes de morir, un famoso rabino alemán le pidió a sus alumnos que lo llevaran a Suiza. Los alumnos, extrañados frente al pedido de su maestro, le preguntaron: "¿Para qué quiere que lo llevemos allí? En Suiza no hay ninguna casa de estudio de Tora que sea merecedora de su atención." Al escuchar estas palabras, el sabio respondió: "Necesito ir a Suiza porque si dejara de hacerlo, cuando llegue a las puertas del Cielo, Ds habrá de preguntarme: ¿Por qué fuiste tan necio como para dejar de conocer Mis Alpes?"


Queda claro, ¿no?

domingo, abril 7

La cara del infierno

Eruvin 41b - 52b

Más de una vez me han preguntado si el judaísmo cree en el infierno.
Y la respuesta, sin duda alguna, es que sí.

Tal vez no se trate del infierno descrito por Dante, con olor a azufre y un malévolo guardián vestido de rojo, con cuernos, cola y tridente. Pero definitivamente el concepto existe.

La palabra hebrea que se usa para hablar de infierno es Gueinom (גיהנם), que en su contexto original remite a uno de los caminos que podía utilizarse para ascender a Jerusalem: El camino del Valle de  Ben Hinom. Tan empinado era este tramo, tan agotador y desgastante, que la gente terminaba fusilada.


En esta oportunidad, el Talmud nos va a hablar de tres personas que están exentas de "verle la cara al infierno" (sic), debido al gran sufrimiento que cargan en vida. Es decir, para los sabios talmúdicos, aquel que sufre en exceso en esta vida no será merecedor de continuar sufriendo en el mundo venidero.

En consecuencia, las tres personas que no le verán la cara al infierno son:
- Los que sufren de pobreza extrema
- Los que sufren de dolores intestinales agudos
- Los que son perseguidos por acreedores

Lo interesante del caso, es que en este punto del relato, el Talmud discute un cuarto caso:
- Aquel que está casado con una mujer malvada


Así es: Si quieren evitar el infierno, pueden elegir casarse con una mujer malvada (y supongo que podríamos invertirlo y decir lo mismo para mujer que se casan con hombres perversos). El tema es que posiblemente el precio a pagar por evitar el infierno sea vivir una vida infernal aquí en la tierra!

El punto, sin embargo, es que el Talmud se pregunta por qué el primer sabio no incluyó a la mujer malvada en su lista. A lo que se responde: Aquel que está casado con una mujer malvada no se salva del infierno en la próxima vida porque bien podría divorciarse de ella y prefiere no hacerlo. Es decir, todo aquello que podría tener solución y no es solucionado, no nos exime del castigo posterior.

Particularmente, a mí mucho no me interesa el tema de la existencia del infierno como posibilidad real después de la muerte. Y creo que al Talmud tampoco. Por el contrario, el punto principal de esta pequeña enseñanza tiene que ver con poder encontrar los mecanismos para que nuestras vidas aquí y ahora no sean un infierno, al punto tal de recordarnos de que si podemos resolver cierta situación engorrosa y decidimos no hacerlo, entonces somos responsables de nuestro propio destino.

Y eso aplica para toda clase de situaciones: Con quién nos relacionamos, cómo hacemos uso de nuestro cuerpo y de qué manera cuidamos nuestra salud, y cuáles son las formas en las que buscamos resolver el tema de la distribución más equitativa de la riqueza, a fin de que ni nosotros ni nadie tenga que vivir en condiciones de pobreza absoluta. Porque así como nuestras vidas podrían transformarse en un infierno viviente, también tenemos a la mano la posibilidad de hacer que se acerquen a sendos paseos por los jardines del Edén.


¡HADRAN ALAJ MI SHE-OTZIHUU!
¡VOLVEREMOS A TI MI SHE-OTZIHUU!