domingo, mayo 26

El lado oscuro de las convicciones

Eruvin 95a - 105a

Tener convicciones es bueno. Pero apasionarnos por ciertas formas de ver el mundo puede traer aparejada nuestra incapacidad de incorporar datos disonantes que puedan surgir por ahí.

Una vez que hemos sido impregnados con la fuerza de una idea, buscamos entender y racionalizar lo que nos pasa a través de esos lentes y solemos denostar todo modelo que discurra por otros canales y se afirme en valores distintos a los nuestros. En consecuencia, las sociedades se polarizan y se abren brechas difíciles de zanjar. Tan pero tan complicada se puede poner la situación, que matrimonios pueden llegar a su fin por disidencias de este tipo.


En parte, vivir de acuerdo a ciertas convicciones implica creer que ese es el camino correcto y que, por lo tanto, otras interpretaciones deben estar necesariamente erradas. Es por ello que oficialistas suelen tener problemas para reconocer problemas en la gestión y opositores dificultades para celebrar los logros del gobierno de turno. Todo lo que hacen unos es bueno, todo lo que hacen los otros está mal. En eso siempre acuerdan, independientemente del lado de la trinchera en el que se encuentren.

Algo así también ocurre en contextos tan diversos como los que unen (o enfrentan) a religiosos y ateos, israelíes y palestinos o fanáticos de River y Boca. Llegar a un punto intermedio en el diálogo entre diferentes necesita en primer lugar nuestra capacidad de tomar algo de perspectiva de nuestras propias ideas e ideales. Puede que sean los mejores (seguramente es así), pero mientras no salgamos de nuestro propio casillero, difícilmente lograremos encontrar un terreno que posibilite el encuentro con el otro.

Les cuento todo esto porque leyendo el Talmud en estos últimos días, me encontré con una de esas frases que rompen con narrativas establecidas, y que por lo tanto generan en ciertos grupos judíos una necesidad de interpretar lo escrito de manera tal que - incluso contradiciendo lo que allí figura - se ajuste a las convicciones del lector.

El Talmud dice, lisa y llanamente: "Mijal bat Cushi se ponía tefilin y los sabios no se lo impedían."

El texto habla de una mujer bíblica, en este caso la hija del Rey Saúl, y afirma que se ponía tefilin. Los tefilin son unas cajitas de cuero que contienen cuatro pasajes del Pentateuco y que son usados (tradicionalmente por los hombres) durante los días hábiles de la semana en el rezo matutino. La legislación hebrea sostiene que las mujeres están exentas del cumplimiento de preceptos positivos con un tiempo determinado, y por lo tanto históricamente las mujeres no usaban este símbolo religioso. No obstante, de acuerdo a lo establecido por el Talmud, los sabios no impidieron que Mijal usara tefilin. La ley dice que las mujeres están exentas, no prohibidas, y por tanto aparece el registro de Mijal - esposa del Rey David - cumpliendo con este ritual.

Es significativo encontrarnos con este pasaje en tiempos en los que en Jerusalem hay un enfrentamiento mensual entre un grupo de mujeres que pelea por su derecho de rezar frente al Kotel (muro occidental) utilizando talit y tefilin y muchos hombres (y mujeres) que hacen todo lo posible por impedirles esa posibilidad.


De aquí que el plan de Natan Sharansky para construir una explanada frente al muro destinada a que los judíos que así lo deseen recen juntos sea un signo de esperanza en nuestros tiempos. Reconocer que grupos distintos pueden pensar diferente, y dar cuenta de que el mundo no se rige por blancos y negros sino en un conglomerado de colores y matices puede ayudarnos a buscar soluciones que no deban optar por una u otra interpretación, sino que se pueda encontrar la vuelta para que cada quien viva de acuerdo a sus convicciones, respetando el derecho al disenso y celebrando la diversidad.

¡HADRAN ALAJ HAMOTZE TEFILIN USLIKA LA MASEJET ERUVIN!
¡VOLVEREMOS A TI HAMOTZE TEFILIN Y HA FINALIZADO EL TRATADO DE ERUVIN!

domingo, mayo 12

El judaísmo y la riqueza

Eruvin 82a - 89a

¿Qué opina el judaísmo de la riqueza?
¿Hay que alejarse de la fortuna?
¿Es necesario hacer votos de pobreza?


Durante gran parte de la historia, la gran mayoría del pueblo judío se murió literalmente de hambre. Los recursos eran escasos, y muchos debían sudar más de la cuenta para llegar a fin de mes. De hecho, el Talmud registra en más de una oportunidad a sabios que podían participar de discusiones legalistas sólo en sus tiempos libres, ya que la semana debía ser dedicada a trabajar de lo que sea.

En consecuencia, la pobreza en la que vivía el pueblo judío (y gran parte de la humanidad también) no era elegida sino forzada. No había voto de pobreza sino falta de dinero.

Pero por otro lado, tampoco hay una exaltación de los recursos materiales. De hecho, la posición que parece cobrar vida en el Talmud hace de la riqueza un medio, no un fin. Tener los medios económicos da lugar a la realización de toda clase de acciones que sin ellos sería más difícil. En este sentido, el texto registra que Rabi honraba a los ricos y Rabi Akiva honraba a los ricos. No se ve - a priori - mal a quien tiene dinero.

Y sin embargo, rápidamente el Talmud agrega la exégesis a un versículo del libro de los Salmos (61:8), que da cuenta de que el honor a quien ha sabido amasar riqueza se restringe a quienes con esos recursos son capaces de actos de misericordia y amor. Sólo a partir del buen uso que se haga de la fortuna propia es que las personas son merecedoras de honor (o no). ¿Por qué? Porque, parafraseando al Salmo, sólo puede permanecer delante de Ds aquel que da de comer a quien no tiene, aquel que es benefactor de los necesitados, aquel que en su accionar cotidiano demuestra empatía con los demás. Esa riqueza trasciende, redime y ayuda a que este mundo reencuentre equilibrios perdidos.


La riqueza, por tanto, no es mala.
Son los ricos de cada generación, los que pueden transformar sus recursos en fuente de bendición, de compromiso y de continuidad.

¡HADRAN ALAJ KEITZAD MISHTATFIN!
¡VOLVEREMOS A TI KEITZAD MISHTATFIN!

PD: Entre las páginas 89a y 95a se extiende el noveno capítulo de Eruvin, del cual desgraciadamente no encontré nada interesante para compartir en este espacio. Razón más que suficiente para decir:

¡HADRAN ALAJ KOL HAGAGOT!
¡VOLVEREMOS A TI KOL HAGAGOT!

martes, mayo 7

De apuestas y testigos

Eruvin 76a - 82a

Estaba terminando con el séptimo capítulo del tratado de Eruvin y me encontraba un poco triste porque no había dado con ninguna enseñanza que me inspirara a escribir algo para compartir en este espacio. Por suerte eso cambió en las últimas líneas del texto.

El Talmud propone una lista de personajes que no pueden ser considerados para dar testimonio en un juicio. Es decir, aquellos que no califican para ser testigos confiables por sus actitudes o decisiones. Estos son:

- Aquellos que apuestan a los dados
- Aquellos que prestan dinero con interés
- Aquellos que organizan carreras de palomas (y apuestan a ganador)
- Aquellos que venden los frutos del séptimo año (que podía comerse pero no comercializarse)

Todas estas personas son equiparadas con ladrones, ya que ganan dineros mal habidos.

En este punto, el texto introduce la posición minoritaria de un sabio que entiende que si se dedican profesionalmente a estos menesteres, entonces pueden ser llamados como testigos. Sin embargo, la mayoría de los sabios deshecha esta posición y concluye que profesionales y amateurs son exactamente iguales en este sentido.


Que las apuestas sean sinónimo de robo tiene que ver con la animadversión al azar que tenían nuestros sabios. El arte de la especulación no es considerado arte sino un riesgo innecesario e infructuoso. Y por tanto, los dineros que se puedan producir como consecuencia de la suerte no son bien vistos.

No deja de ser significativo sumar estas reflexiones talmúdicas en tiempos en los que proliferan los sitios de apuestas online, torneos de poker en todas sus variantes y la especulación financiera en economías debilitadas, entre otros.

A fin de cuentas, parecería ser que la moraleja de esta historia es la certeza de que mucho decimos de nosotros mismos a partir del uso que hagamos de nuestro dinero. Nuestras inversiones hablan de nosotros y de nuestros valores. En lugar de dedicarnos al azar, tal vez debamos encontrar caminos más certeros para construir estructuras que sean más sólidas, tanto en lo personal como en lo que refiere a las sociedades en las que habitamos.

¡HADRAN ALAJ JALON!
¡VOLVEREMOS A TI JALON!