domingo, abril 7

La cara del infierno

Eruvin 41b - 52b

Más de una vez me han preguntado si el judaísmo cree en el infierno.
Y la respuesta, sin duda alguna, es que sí.

Tal vez no se trate del infierno descrito por Dante, con olor a azufre y un malévolo guardián vestido de rojo, con cuernos, cola y tridente. Pero definitivamente el concepto existe.

La palabra hebrea que se usa para hablar de infierno es Gueinom (גיהנם), que en su contexto original remite a uno de los caminos que podía utilizarse para ascender a Jerusalem: El camino del Valle de  Ben Hinom. Tan empinado era este tramo, tan agotador y desgastante, que la gente terminaba fusilada.


En esta oportunidad, el Talmud nos va a hablar de tres personas que están exentas de "verle la cara al infierno" (sic), debido al gran sufrimiento que cargan en vida. Es decir, para los sabios talmúdicos, aquel que sufre en exceso en esta vida no será merecedor de continuar sufriendo en el mundo venidero.

En consecuencia, las tres personas que no le verán la cara al infierno son:
- Los que sufren de pobreza extrema
- Los que sufren de dolores intestinales agudos
- Los que son perseguidos por acreedores

Lo interesante del caso, es que en este punto del relato, el Talmud discute un cuarto caso:
- Aquel que está casado con una mujer malvada


Así es: Si quieren evitar el infierno, pueden elegir casarse con una mujer malvada (y supongo que podríamos invertirlo y decir lo mismo para mujer que se casan con hombres perversos). El tema es que posiblemente el precio a pagar por evitar el infierno sea vivir una vida infernal aquí en la tierra!

El punto, sin embargo, es que el Talmud se pregunta por qué el primer sabio no incluyó a la mujer malvada en su lista. A lo que se responde: Aquel que está casado con una mujer malvada no se salva del infierno en la próxima vida porque bien podría divorciarse de ella y prefiere no hacerlo. Es decir, todo aquello que podría tener solución y no es solucionado, no nos exime del castigo posterior.

Particularmente, a mí mucho no me interesa el tema de la existencia del infierno como posibilidad real después de la muerte. Y creo que al Talmud tampoco. Por el contrario, el punto principal de esta pequeña enseñanza tiene que ver con poder encontrar los mecanismos para que nuestras vidas aquí y ahora no sean un infierno, al punto tal de recordarnos de que si podemos resolver cierta situación engorrosa y decidimos no hacerlo, entonces somos responsables de nuestro propio destino.

Y eso aplica para toda clase de situaciones: Con quién nos relacionamos, cómo hacemos uso de nuestro cuerpo y de qué manera cuidamos nuestra salud, y cuáles son las formas en las que buscamos resolver el tema de la distribución más equitativa de la riqueza, a fin de que ni nosotros ni nadie tenga que vivir en condiciones de pobreza absoluta. Porque así como nuestras vidas podrían transformarse en un infierno viviente, también tenemos a la mano la posibilidad de hacer que se acerquen a sendos paseos por los jardines del Edén.


¡HADRAN ALAJ MI SHE-OTZIHUU!
¡VOLVEREMOS A TI MI SHE-OTZIHUU!

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