Shabat 31a - 31b
Una de las razones por las cuales hace ya casi tres meses comencé el proyecto de leer Talmud todos los días es para encontrarme con perlas que a veces quedan perdidas en un mar de tinta. Puede que por momentos el texto sea árido, técnico y poco espiritual (las primeras hojas del tratado de Shabat así lo demuestran) pero luego de remar en Nutella uno finalmente llega a oasis de sabiduría que no tienen fecha de vencimiento. Así me siento con la página del día, posiblemente una de las más bonitas y nutridas en historias y enseñanzas de todo el Talmud.
La página del día contiene una cantidad de relatos que vienen a consecuencia de la última frase de Shabat 30b: "Enseñaron nuestros sabios: Una persona tiene que ser siempre paciente como Hilel y no ser impaciente como Shamai."
Efectivamente, el Talmud nos vuelve a presentar a dos de sus personajes principales, los grandes pugilistas dialécticos de aquella generación. Y en este caso, se nos narran un par de historias que ponen de manifiesto el carácter antagónico de estos dos sabios.
Podría traducir la página entera, pero en esta oportunidad me voy a quedar con uno solo de los relatos, el cual iremos comentando paso a paso:
ESCENA 1
Ocurrió que dos hombres se encontraban apostando entre ellos. Decían: Aquel que logre ir y agraviar a Hilel ganará cuatrocientos zuz (moneda de la época). Dijo uno de ellos: Yo iré a molestarlo.
Comentario: La escena que abre la historia nos presenta a dos hombres que promueven una apuesta para ver quien logra enojar a Hilel, el paladín de la paciencia. El ganador se hará de una importante suma de dinero, producto de un ejercicio que a priori se presenta como poco feliz.
ESCENA 2
Aquel día era víspera de Shabat, y Hilel estaba lavándose la cabeza.
Comentario: Este dato no es menor: En Shabat hay una cantidad de cosas que están prohibidas, entre ellas calentar agua para bañarse, y por tanto el hecho de que en la víspera de Shabat Hilel se esté lavando el pelo agrega en la historia un giro temporal que incrementa la tensión: Si Shabat llega, Hilel deberá cancelar su baño. ¿Perderá nuestro sabio la paciencia o no?
ESCENA 3
Fue [el hombre que apostó] y pasó por delante de la puerta de la casa [de Hilel].
Dijo: ¿Está aquí Hilel? ¿Está aquí Hilel?
Se vistió [Hilel] y salió a su encuentro.
Le dijo [Hilel al hombre]: Hijo mío, ¿qué necesitas?
Le respondió: Tengo una pregunta para hacerte.
Le dijo: Pregunta, hijo mío, pregunta.
[Le respondió:] ¿Por qué la cabeza de los Babilonios son ovaladas?
Le dijo: Hijo mío, una gran pregunta has realizado. [Es así] porque no tienen parteras sabias.
Comentario: Hilel no sólo manifiesta una enorme paciencia con el hombre, sino que lo trata con un cariño desmesurado. Y por si fuera poco, le responde una pregunta que nada tiene que ver con nada: ¡Hilel no sólo es el paladín de la paciencia; también es la Wikipedia de su época! Sin embargo, como es esperable, aquí no termina la historia...
ESCENA 4
Fue [el hombre que apostó] y esperó una hora.
Volvió y preguntó: ¿Está aquí Hilel? ¿Está aquí Hilel?
Le dijo [Hilel al hombre]: Hijo mío, ¿qué necesitas?
Le respondió: Tengo una pregunta para hacerte.
Le dijo: Pregunta, hijo mío, pregunta.
[Le respondió:] ¿Por qué los ojos de los residentes de Tadmor son borrosos?
Le dijo: Hijo mío, una gran pregunta has realizado. [Es así] porque viven entre [el desierto con] arena.
Comentario: Misma historia, pero una hora después. Shabat está cada vez más cerca, pero parece que a Hilel eso no le preocupa ni lo pone ansioso. Lo importante es tratar bien a esta persona y darle las respuestas que necesita escuchar, para regresar una vez más a su añorado baño.
ESCENA 5
Fue [el hombre que apostó] y esperó una hora.
Volvió y preguntó: ¿Está aquí Hilel? ¿Está aquí Hilel?
Se vistió [Hilel] y salió a su encuentro.
Le dijo [Hilel al hombre]: Hijo mío, ¿qué necesitas?
Le respondió: Tengo una pregunta para hacerte.
Le dijo: Pregunta, hijo mío, pregunta.
[Le respondió:] ¿Por qué las piernas de los africanos son anchas?
Le dijo: Hijo mío, una gran pregunta has realizado. [Es así] porque viven en pantanales.
Comentario: Por tercera vez el hombre intenta enojar a Hilel. Por tercera vez fracasa frente a este hombre con una paciencia de ciencia ficción...
ESCENA 6
Le dijo [el hombre que apostó]: Muchas preguntas tengo para hacerte, pero temo que te enojes.
Se vistió [Hilel], se sentó delante [del hombre] y le dijo: Todas las preguntas que tienes para hacer, dímelas.
Le preguntó: ¿Tú eres el Hilel al cual llaman el Príncipe de Israel?
Le respondió: Si.
Le dijo: Si así es, que no haya muchos como tú en Israel.
Le respondió: Hijo mío, ¿por qué [dices] esto?
Le dijo: Debido a que por tí he perdido cuatrocientos zuz.
Le respondió: Se cuidadoso de tu espíritu [y no vuelvas a intentar hacer esto]. Hilel es merecedor de que hayas perdido cuatrocientos zuz y podrías perder otros cuatrocientos zuz - pero Hilel no habrá de enojarse.
Comentario: En la escena final vemos que quien termina por perder la paciencia es el hombre que apostó. En lugar de desquiciar a Hilel, el hombre es quien termina desquiciado, llorando sus penas por haber perdido un montón de dinero al fracasar en su objetivo. Nada ni nadie lograrán quebrantar la paz del Príncipe de Israel. Por el contrario, siempre tendrá a la mano una respuesta para dejarnos satisfechos y asombrados por su enciclopédico conocimiento.
Hasta aquí el relato. Parecería que el Talmud eleva a una categoría única a uno de sus héroes principales. Y sin embargo, muchos años después, uno no termina de saber si con eso nos han hecho un favor o no.
Algún tiempo atrás, escuché a uno de mis maestros, el rabino Brad Artson, diciendo que este relato daña al rabinato, principalmente por dos razones:
(1) Presenta a un hombre que todo lo sabe y que no dice "No sé" ni siquiera frente a preguntas absolutamente inverosímiles y alejadas del área de conocimiento que un rabino debería manejar. En consecuencia, se abona el mito de una sabiduría sin fronteras, asumiendo que no podemos equivocarnos, dudar o simplemente desconocer la respuesta a una pregunta dada.
(2) Vemos a un sabio que siempre tiene tiempo para recibir a quien sea, por más veces que regrese, por más irrelevantes que sean sus cuestionamientos. Esto también abona un mito equivocado y profundamente nocivo, que es el de creer que los rabinos no tienen derecho a un tiempo para ellos y sus familias. Si Hilel tiene que salirse de su baño veinte veces para responder trivias culturales, ¿cuándo se hará Hilel de tiempo para sí mismo? ¿Cómo reaccionaría Hilel con su propia familia? ¿También los dejaría de lado para ir a responder las inquietudes de los demás? ¿Es ese el tipo de liderazgo que queremos?
Me parece que con este relato, Hilel representa aquello que no deberíamos emular, no sólo en el ejercicio del rabinato sino en general: No tenemos por qué saber todo, no tenemos por qué sacrificar (todos) nuestros espacios privados en pos de (todas) las demandas ajenas, y no tenemos por qué ser paladines de la paciencia. Un verdadero líder sabe establecer límites claros en beneficio de todos, incluso si para ello a veces tiene que perder la paciencia.
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