viernes, enero 11

Anatomía de la trascendencia

Shabat 107a - 111b

El capitulo catorce del tratado de Shabat me sorprendió. Por momentos parece que se trata de un libro de recetas caseras para paliar toda clase de malestares físicos: Qué hacer cuando tomamos veneno, cómo lidiar con la picadura de un escorpión o cuál es la mejor manera de deshacernos de una serpiente que no deja de perseguirnos.


Más sorprendente aun, por ejemplo, son los consejos de algunos rabinos en relación a la ingesta de orina como remedio para determinadas dolencias (nada que hacer... eso también es parte del Talmud, y me sentiría en falta conmigo mismo si no hiciera al menos una somera mención de estas excentricidades que pintan el folclor de tiempos pasados).

De cualquier manera, en esta oportunidad prefiero dedicarme a unas líneas del texto que hablan sobre la circuncisión en general, y sobre las razones por las cuales la ley judía decidió que el corte se realice en el prepucio y no en otro lugar. ¿No habría sido más fácil cortar una uña? O, mejor todavía: ¿Por qué no nos contentábamos con la exigencia bíblica de circuncidar [simbólicamente (!!!)] el "prepucio de nuestros corazones" (cf. Dt. 10:16)?


La respuesta talmúdica parte de un versículo relacionado al trabajo de la tierra: "Cuando entren a la tierra [de Israel] y planten toda clase de árboles, considerarán como incircunciso lo primero de su fruto. Tres años será incircunciso: su fruto no se comerá" (Lv. 19:23).

Nuestros sabios parten de la premisa de que ninguna palabra en la Tora es fortuita. Nada está librado al azar. Y, por lo tanto, si el texto que habla de árboles menciona la palabra incircunciso, seguramente algo nos estará queriendo enseñar sobre el Brit Mila, sobre el ritual de la circuncisión por el que pasa todo niño judío a los ocho días de nacer. En consecuencia, dice el Talmud: "Así como en el caso [de los árboles] se habla de algo que da frutos, aquí [en la circuncisión] se marca el lugar que genera frutos."


La razón por la que en el judaísmo se corta el prepucio, por tanto, tiene que ver con la trascendencia y la continuidad. Marcamos el lugar que hace posible la gestación de una nueva generación, de un nuevo eslabón en la cadena. Es por ello que en la ceremonia de Brit Mila, cuando damos la bienvenida al pueblo de Israel a un nuevo niño, no solamente marcamos su órgano sexual - símbolo del futuro - si no que también le otorgamos en ese momento su nombre hebreo, el cual siempre estará compuesto por su propio nombre y por el nombre de su padre. Pasado, presente y futuro, en consecuencia, se unen en ese rito de pasaje, con la esperanza de que el niño crezca en una vida de bondad, de amor y de buenas acciones, transformándose en un hombre de bien que pueda trascender a partir de trabajar en pos de sus propios frutos y continuadores.

¡HADRAN ALAJ SHMONA SHRATZIM!
¡VOLVEREMOS A TI SHMONA SHRATZIM!

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