Brajot 11a - 11b
Ayer hablábamos de los malvados.
Hoy nos toca hablar del mal. Del origen del mal.
El pensamiento monoteísta tiene en el mal un problema teológico central: Decir que Ds creó el mal es casi tan malo como decir que el mal es una fuerza independiente sobre la que Ds no tiene potestad o control.
Entre Guatemala y Guatepeor (?), el profeta Isaías fue claro en su elección, poniendo en boca de Ds las siguientes palabras: "Yo formo la luz y creo la oscuridad, hago la paz y creo el mal. Yo, Ad-nai, hacedor de todo esto" (45:7).
Les cuento esto porque el versículo de Isaías conforma la introducción de una de las bendiciones que los judíos leemos cada mañana al rezar, bendición que es parte de las discusiones talmúdicas de la página del día. Aunque con una pequeña diferencia: En lugar de decir que Ds hace la paz y crea el mal, los sabios establecen en el Talmud que mejor cambiar un poco el fraseo y proclamar que Ds "forma la luz y crea la oscuridad, hace la paz y crea todo."
El Talmud justifica este cambio "sutil" alegando que "crea todo" es un lenguaje más refinado que "crea el mal." Si Ds crea todo, entonces también el mal está incluido en el paquete, sin tener que recordar explícitamente cada mañana que Ds es el responsable de lo malo que abunda en el universo.
Pero decir que Ds crea todo también abre la puerta a pensar que en realidad el mal no es algo con entidad propia sino una ausencia. A ver si me explico: En este ajedrez teológico el primer paso fue dejar de decir que Ds crea el mal para pasar a sostener que lo que Ds crea es todo. El segundo paso es manifestar que el mal no es algo que se crea, sino que es la falta de su contracara, es decir: el bien. Y así como la oscuridad no es más (ni menos) que falta de luz, el mal vendría a ser la ausencia de bien. Será la sombra que se proyecta cuando nos exponemos al sol, será el agujero de una rosquilla que aun si no tiene existencia propia es necesario para que la rosquilla no pase a ser cualquier otro tipo de pan dulce. Eso es el mal: El agujero que hace de nuestro mundo el mundo que es, y no otra cosa. No tiene entidad propia ni es creación divina, sino que surge a la par y como contrapartida de todo lo positivo en el mundo que se fue creando.
¿Vieron? El cambio de una sola palabra trajo consecuencias teológicas importantes. Nuevos mundos se pueden crear a partir de nuestro "lenguajear" (Maturana dixit). Así que independientemente del interés que les pueda generar el pensamiento teológico, sepamos construir mundos mejores comenzando por la forma en que hablamos y hacemos uso de una de las herramientas más maravillosas con las que contamos: el lenguaje.
PD: Si les interesa el tema del mal en el pensamiento judío, pueden encontrar una conferencia al respecto haciendo click aquí.
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