sábado, octubre 6

Frazier y Alí, 2000 años atrás

Brajot 51b - 53b

Hay rivalidades que hacen historia. Competencias que duran años y que marcan épocas. En el Talmud, la madre de todas las batallas es la que protagonizaron Hilel y Shamai, dos de los sabios más grandes que vivieron dos mil años atrás.


En los textos tradicionales judíos, Hilel y Shamai se la pasan discutiendo. Rara vez podemos ver que hayan llegado a algún consenso. Ambos tenían formas, valores y personalidades diferentes, y eso se manifestaba cada vez que venían a intentar determinar cuál debía ser la ley judía. Más aun: Cada uno de ellos conformó una escuela de pensamiento, las cuales continuaron con la tarea de debatir intensamente en aras de fijar la estructura normativa del judaísmo.

Recuerden: hace dos mil años la legislación hebrea estaba en plena etapa de consolidación, y los sabios tenían a su cargo solidificar la norma a partir de un proceso democrático de toma de decisiones basado en qué posición tenía más lógica.

Al comenzar el octavo capítulo del tratado de Brajot, el Talmud nos regala una cantidad de situaciones en las que las casas de Hilel y Shamai disienten. El texto registra que en la mayoría de los casos la ley se terminó fijando conforme a la posición de Hilel, pero en este punto se da un intercambio sumamente interesante: Es obvio, dice el Talmud, que la ley se establece conforme a la casa de Hilel, ya que "desde el Cielo nos dijeron eso." Y sin embargo, a los sabios esta explicación no les satisface ni les parece adecuada. ¿La razón? "Nosotros no confiamos en lo que diga el Cielo [en lo referente a la determinación de cuál es la ley]."


Este intercambio de opiniones pone de manifiesto algo sumamente importante para los sabios: La decisión de cuál es la ley es un acto plenamente humano, en el cual Ds aparece vedado de tomar posición o emitir Su voz. En consecuencia, aun si desde las alturas escuchamos que la ley debe seguir a Hilel, hasta que Hilel no justifique de manera consistente sus posturas, nadie podrá votar por él ni defenderlo. Nadie puede argüir que la ley debe ser así porque "esa es la voluntad de Ds" ya que, al menos para la tradición judía, y por más sorpresivo y contraintuitivo que parezca, la voluntad de Ds y la decisión humana de cómo debe fijarse la ley bien pueden diferir, y de hecho llegado el momento van a diferir (!).

Hay quien puede ver en esta idea de que "no confiamos en lo que diga el Cielo" el talón de Aquiles de la ley judía. ¿Cuál es el sentido de la ley si no manifiesta la voluntad de Ds? Sin embargo, yo soy de los que cree que, por el contrario, aquí nos encontramos con uno de los puntos que fortalece la estructura legal y al mismo tiempo le permite respirar, crecer, modificarse y ser flexible. Asimismo, nos enseña que la voluntad de Ds no radica en el tecnicismo legal, sino en la capacidad de animarnos a decodificar Su llamado a partir de nuestra autonomía, asumiéndonos como seres racionales que no tienen miedo de generar los marcos que nos permitan expandir la consciencia para dar cuenta de lo divino mientras afirmamos con orgullo nuestra propia particularidad en acciones concretas y cotidianas.

PD: Así como Frazier y Alí, Hilel y Shamai no dejaron de reconocerse mutuamente, de compartir el debate y de competir en buenos términos. Porque, así como hay rivalidades que hacen historia, muchas veces esa misma competencia termina por transformarse en una amistad duradera.


¡HADRAN ALAJ ELU DVARIM!
¡VOLVEREMOS A TI ELU DVARIM!

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