jueves, octubre 11

No hay sueños sino interpretaciones

Brajot 56a - 57b

Muchos han oído hablar de José el soñador. Muchos más saben de la importancia que le dio Freud a la interpretación de los sueños. Sin embargo, entre el texto bíblico y el padre del psicoanálisis, se encuentra el Talmud con algunas reflexiones imperdibles sobre lo que nos ocurre a la hora de soñar.


Para los sabios talmúdicos el sueño equivalía a una 60va parte de la profecía. Cada vez que soñamos nos conectamos con una parte profunda de nuestro propio ser, la cual a su vez puede transformarse en el puente que nos permita trascender los límites que a veces le imponemos a nuestra capacidad de razonar.

Sin embargo, lo que parecería ser central para el Talmud no es tanto el sueño sino su interpretación. "Un sueño que no se interpreta es como una carta que nunca se abre" nos dice el texto, y agrega: "Todo sueño se cumple de acuerdo a cómo es interpretado."


En lo que refiere a la producción onírica, los sabios adelantan no solamente a Freud sino también a Nietzsche: No hay hechos, sino interpretaciones. ¡No hay sueños, sino interpretaciones!

Y para que no haya lugar a dudas, el Talmud nos cuenta la historia de Bar Adaia, quien se dedicaba a interpretar sueños ajenos, y lo acontecido con Rava y Abaie, dos sabios de aquel entonces. Rava y Abaie soñaban lo mismo, pero Bar Adaia les interpretaba los sueños de manera diferente. ¿Por qué? Porque a quien le pagaba por su labor, Bar Adaia le interpretaba los sueños positivamente, y a quien no podía pagarle se los interpretaba negativamente. (¡Si piensan en que Bar Adaia era un mercenario, están en todo su derecho!)

Independientemente de si efectivamente los sueños se cumplen de acuerdo a cómo son interpretados, y a la existencia de lo que a la postre resultan ser profecías autocumplidas, lo que me parece interesante rescatar de toda esta discusión talmúdica sobre los sueños es el tema del relato como constructor de realidades. Somos intérpretes de nuestras propias realidades, de lo que nos pasa todos los días. En esa incesante búsqueda de sentido intentamos encontrar patrones que expliquen lo que nos sucede, y en esas interpretaciones constantes vamos armando distintos escenarios, algunos más optimistas y otros un poco menos. Eso mismo también nos pasa a la hora de soñar y de descifrar nuestros sueños: Habrá quien todo lo pase por filtros oscuros y pesimistas, y habrá quien encuentre señales positivas en todo lo que se le presente. 


De aquí que uno de los mensajes subyacentes de esta discusión sea que la construcción de sentido no depende de aquello que vemos, sino de cómo decidimos verlo. A fin de cuentas, lo que estos pasajes nos recuerdan es que la felicidad nunca está "allí afuera" sino que es un estado del alma, el cual nos puede inspirar - si es que logramos reencontrarnos con él - a no sólo soñar a diario sino también a procurar las interpretaciones y relatos que nos ayuden a vivir vidas más plenas y significativas.

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