jueves, octubre 25

Oda al editor

Shabat 11a - 13b

Hay un gran mérito en aquellos que saben escribir. Pero no menos meritorio es el trabajo de hormiga que realizan los editores una vez que reciben el texto y lo empiezan a depurar. Giros lingüísticos, consejos sobre determinados pasajes, cambios de matices, y muchas cosas más que realzan la tarea del escritor y la potencian. Por lo general solemos olvidar que todo buen texto ha pasado por manos de quienes han sabido ayudar al autor para que sea aun mejor. Vaya desde aquí mi reconocimiento para todos aquellos y aquellas que se dedican a esta complicada tarea y lo hacen con pasión y sentido de vocación.


En la página del día, el Talmud nos habla de un editor en particular, Janania ben Jizkia, y de un texto muy particular, el libro del profeta Ezequiel. Así se nos relata:

"Dijo Rav Iehuda en nombre de Rav: En verdad, que este hombre sea recordado para bien, cuyo nombre era Janania ben Jizkia. Si no hubiera sido por él, el libro de Ezequiel se habría quedado fuera del canón bíblico, ya que había en él cosas que se contradecían con las palabras de la Tora. ¿Qué hizo? Le subieron trescientos barriles de aceite, se sentó en su terraza e interpretó [cada pasaje conflictivo]."

Hay varios puntos importantes que se desprenden de este pequeño testimonio talmúdico:
1) Aun cuando el libro de Ezequiel fue escrito en la época inmediatamente posterior a la destrucción del Primer Templo de Jerusalem (586 a.e.c.) para la época de Janania (siglo I e.c.) el canón bíblico todavía estaba en formación.
2) El Talmud reconoce que el libro de Ezequiel contenía pasajes que se contradicen con las enseñanzas de la Tora. No es un dato menor, sobretodo para aquellos que todavía piensan que toda la Biblia Hebrea es "palabra de Ds."
3) Janania necesitó aislarse y trabajar en la interpretación/edición/curación del libro de Ezequiel en una tarea que al parecer no fue ni sencilla ni de fácil resolución. Cuando el Talmud emplea la hipérbole de los trescientos barriles de aceite necesarios para mantener iluminada la habitación, lo que hace es reflejar un trabajo que requirió de un tiempo considerable para llevarse adelante.

A mi criterio no deja de resultar maravilloso que el Talmud no tenga problemas en reconocer la importancia de la mano del hombre en la constitución final de un texto que compone el canón bíblico. De alguna manera, el mensaje que nos legan es que la Biblia es fruto de la inspiración divina tamizada por la edición que distintas generaciones fueron haciendo del texto. 


Parafraseando a Abraham J. Heschel, la Biblia no deja de ser el testimonio de aquel encuentro trascendente que se sucedió entre Ds y el pueblo de Israel. Ambas partes, de alguna manera, son responsables de la constitución del texto, el cual sólo puede permanecer relevante para nuestros días si somos capaces de heredar la valentía de Janania para continuar interpretando y reforzando aquellos pasajes que promueven la construcción de un mundo que pueda ser cada día un poco mejor.

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