viernes, diciembre 21

Aprender a aprender

Shabat 78b - 82a

Hace un tiempo conocí a una persona muy inteligente. Le gustaba enseñar, le gustaba leer y tenía una memoria casi fotográfica. Era bueno para los libros y para las citas. Y, al menos en una primera instancia, podía apabullarte con todo aquello que parecía conocer.


Sin embargo, no había que hurgar un poco para dar cuenta de que este hombre era bueno para los libros, pero bastante inexperto para la vida. Podía nombrar pasajes sin equivocarse, pero la lengua se le empezaba a atorar al momento en que las preguntas giraban sobre la experiencia o sobre aquello que trascendía las paredes de la biblioteca.

Fue entonces que escuché la mejor definición posible de esta persona: "Se trata de un muchacho con muchos conocimientos pero con poca sabiduría."

Parte de la raíz que permite explicar el surgimiento de muchachos con conocimientos pero sin sabiduría se articula desde la forma en que pensamos las instituciones educativas. De hecho, en la escuela se nos suele mostrar una y otra vez la necesidad de aprender conocimientos compartimentados los cuales se encuentran absolutamente alejados de nuestra cotidianidad.


No obstante, la escuela no es la única culpable, ya que de hecho, esta institución fue creada (y sigue siendo sostenida) por hombres y mujeres que creían (y creen) en este tipo de estructuras. Es cierto entonces que la escuela ayuda a perpetuar un modelo con una cantidad de focos a criticar y mejorar, pero nunca debemos olvidar que las instituciones son creadas por los hombres, antes de que dichas instituciones ayuden a moldear a nuevas generaciones.

Cuento todo esto porque sobre el final del octavo capítulo del tratado talmúdico de Shabat, nos encontramos con una breve historia que nos muestra dos modelos de aprendizaje totalmente distintos, uno de los cuales parece hacerse eco de nuestra escuela contemporánea, y el otro apunta a un paradigma diferente:

"Rav Huna le preguntó a su hijo Raba: ¿Cuál es la razón por la cual no te encuentras [entre los alumnos que estudian] delante de Rav Jisda, cuyas enseñanzas son filosas?
Le respondió: ¿Para qué ir con él? Ya que cada vez que voy con él, me sienta con asuntos mundanos. [Por ejemplo,] me dijo: Aquel que va al baño no debe sentarse inmediatamente ni hacer demasiado esfuerzo, ya que el recto descansa sobre tres dientes (músculos), y si se dislocan esos dientes [por el esfuerzo excesivo] puedes ponerte en peligro.
Le dijo [Rav Huna a su hijo Raba]: ¿Él se ocupa de temas que refiere a la vida de las criaturas y tú los consideras asuntos mundanos? Más aun [ahora que me has dicho de sus enseñanzas] ve con él."

Raba interpreta en este relato a un joven con muchos conocimientos y poca sabiduría. De alguna manera, este sabio encarna el ideal del estudio de la Tora disociado de la vida real, la vocación de sumergirse en textos e interpretaciones que producen placer intelectual, pero que al fin y al cabo no encuentran correlato en el mundo de todos los días. Raba se vuelve el prototipo de los proyectos educativos que sólo hacen hincapié en la cabeza, olvidándose del resto del cuerpo.

Por el contrario, tanto Rav Huna como Rav Jisda, reconocen la centralidad de un aprendizaje integral, y del hecho de que el cuidado de la salud es tan necesario para cada uno de nosotros como la ejercitación del intelecto. Es en el equilibrio de todo nuestro ser que realmente aprendemos: sobre nosotros, sobre el mundo y sobre aquello que nos rodea.

En consecuencia, y si nos diéramos cuenta de que muchos años hemos pasado sumergidos en el modelo escolar de Raba, y que seguimos siendo cautivos del modelo de los conocimientos disociados de la sabiduría, es bueno que nos tomamos el tiempo para desaprender primero y aprender a aprender después, ya que nunca es tarde, y a fin de cuentas sólo se necesita de nuestra voluntad de querer hacer las cosas de otra manera, poniendo cuanto antes nuestras manos a la obra.

¡HADRAN ALAJ HAMOTZI IAIN!
¡VOLVEREMOS A TI HAMOTZI IAIN!

3 comentarios:

  1. Lo que planteas es muy bueno y vale la pena repensarlo pero no alcanza para resolver ciertos dilemas. Desde hoy vengo pensando en una escena de un viejo programa de TV argentina: Aca está y la pueden ver: http://bit.ly/R9zrpI Hay verdad, hay sabiduría, hay miedos, hay autoritarismo y autoridad, hay sensibilidad y empatía para ambas posturas. Como resolverlo? ABrazo. Mauricio

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  2. El problema es cuando éstos eruditos de papel encuentran q es cómodo y "práctico" para ellos incorporarse a un profesorado o cátedra y les pagan un sueldo x ejercer su función conforme a las "reglas" o a las "directivas curriculares". Por ej. yo siempre fuí un amante d la literatura, devoro libros a diestra y siniestra, me gusta saber de todos los puntos d vista en cuestiones d historia y sociedad; y tuve un profesor de literatura argentina en el 4° año del secundario q era uno d ésos burócratas d formulario; pidió un libro d estudio de "Fermín Estrella", pero como yo tenía una enciclopedia de literatura argentina desde la época colonial y otro d literatura hispanoamericana desde el Cid Campeador hasta la actualidad no necesitaba comprarlo, pues mi fuente d estudio era superior a la pedida. Resultado: me hizo llevar la materia a marzo xq no transcribía exactamente las palabras de Fermín Estrella, así me lo decía cada vez q yo le argumentaba q lo q yo respondía era exacto aunqe esté redactado con mis propias palabras. ésto fué en 1982 durante la dictadura militar.

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  3. Gracias a los dos por sus comentarios. Coincido en que se trata de un tema difícil.

    Lo interesante de sus respuestas es que ambas hablan de la evaluación dentro del sistema escolar. A mí no deja de parecerme significativo el hecho de que muchas veces el sistema que la escuela elige para evaluar a sus alumnos continúa ahondando en el paradigma de la examinación racional, muchas veces alejada del contexto, de la coyuntura y de la vida de los alumnos: Se propone un sistema cognitivo y se lo evalúa de esa manera. ¿El resto? Parecería que no hay resto...

    Hace unos días volví a ver la película argentina "Luna de Avellaneda" (2004). Allí hay una escena en donde la mujer de Darín está dando clases en un colegio secundario, y está hablando sobre los vientos de la Patagonia. Los alumnos no escuchan nada, se aburren, tiran tizas y empiezan a bardear a la maestra. Cuando ella los enfrenta, los alumnos dicen: ¿Y para qué me sirve saber sobre los vientos de la Patagonia? A lo que la maestra no hace más que cachetear al alumno que pregunta.

    Repensar la manera en la que enseñamos en la escuela y otros marcos es un gran desafío. No creo que sea fácil y no me parece que eso pueda ocurrir de un día para el otro, pero para empezar creo que tenemos que dejar de compartimentar la información y avanzar hacia la construcción compartida de un conocimiento que no se disocie del día a día. Sólo ese conocimiento puede transformarse en algún momento en sabiduría.

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