martes, septiembre 11

Reconociendo nuestras miserias

Brajot 25a - 26a

El final del tercer capítulo del tratado talmúdico de Brajot nos presenta una serie de discusiones escatológicas en relación a cómo proceder con la liturgia en lugares donde huele mal o donde hay presencia de caca o pis. Los sabios también se preguntan en relación a la desnudez propia o ajena y si uno puede rezar en esas condiciones o no.

Es difícil leer estos textos sin que se nos cruce la idea de que todo esto es demasiado bizarro. ¿Qué necesidad tenían los rabinos de antaño de regalarnos estas discusiones? Es cierto que al ser el judaísmo una tradición normativa holística nada puede quedar fuera de la discusión a fin de definir cuál será la ley en estos casos. Pero, ¿acaso no podían  los sabios hacer un pequeño resumen y evitarnos los detalles técnicos?

Quizá la clave que nos permita entender el racional talmúdico radique en una frase que aparece en medio de todo el intercambio legal, y que dice: "La Tora no le fue entregada a los ángeles."


Cuando el Talmud nos dice que la Tora no le fue entregada a los ángeles, nos confía uno de los pilares sobre los que se sostiene el judaísmo. A saber:

A diferencia de los ángeles, quienes no tienen libre albedrío, los seres humanos tenemos la capacidad de elegir, y es a partir de esas elecciones que vamos construyendo nuestro propio camino. En consecuencia, somos nosotros los que decidimos cómo comportarnos en cada situación que se nos presenta, pudiendo a veces equivocarnos y elegir mal. Si optar por la opción menos sabia no fuera posible, no habría ningún mérito en encarnar aquellos valores y virtudes propuestos por la Tora.

De igual manera, al declarar que la Tora no le fue entregada a los ángeles, el Talmud da cuenta de que somos seres fallidos y limitados, y que parte del desafio que debemos asumir es el de trabajar con la vista puesta en el horizonte de la perfectibilidad. Para ello, es necesario reconocer nuestras miserias y aceptar nuestros errores a fin de corregirlos. De alguna manera, la Tora se transforma en una caja de herramientas para repararnos tanto a nosotros mismos como a la sociedad en la que vivimos, inspirándonos en la esperanza de transformar nuestras vidas para bien.


[¡Nota importante! Que a nadie se le ocurra creer que cuando hablo de Tora estoy haciendo referencia a una única forma de entenderla y encarnarla en acciones cotidianas. La idea de que hay una sóla manera de vivir el judaísmo es un invento moderno, el cual paradójicamente va en contra de toda la historia judía. Cada uno de nosotros debería poder sumergirse en los textos y tradiciones resignificándolos para que sigan siendo auténticos y relevantes en nuestros tiempos. Eso requiere del compromiso para reinterpretar el pasado y encarnarlo de manera concreta en el presente.]

¡HADRAN ALAJ MI SHEMETO!
¡VOLVEREMOS A TI MI SHEMETO!

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