martes, octubre 16

Aprendizaje por imitación

Brajot 62a - 62b

Hay mucha gente que cree que la imitación, copia y repetición constante de preámbulos constitucionales, himnos sobre próceres o tablas de multiplicar es una absoluta pérdida de tiempo. Los colegios deberían invertir en actividades que fomenten la creatividad de los niños, y dejar de obligarlos a aprenderse cosas de memoria.

Por otro lado, hay todo un debate en nuestros tiempos sobre los límites del rol del maestro: Hay quien dice que el maestro debe ser un modelo a imitar tanto dentro como fuera del horario de clases, mientras que otros sostienen que la responsabilidad de una maestra de matemáticas se limita a enseñar matemáticas pudiendo hacer de su vida lo que quiera.


En este contexto viene el Talmud y nos regala el testimonio de Rabi Akiva, quien una vez se metió al baño en donde estaba su maestro Rabi Ioshua, pudiendo aprender tres cosas de la experiencia. Al oir esto, Bn Azai increpó a Rabi Akiva diciéndole: ¿Esto te atreviste a hacerle a tu maestro? A lo que Akiva respondió: "Se trata de Tora, y yo quiero aprender."

El texto continua diciendo que el mismo Ben Azai se metió en el baño donde estaba Rabi Akiva, y gracias a eso aprendió las mismas tres cosas que tiempo atrás Rabi Akiva había aprendido de Rabi Ioshua. Y nuevamente vemos el mismo planteo, ahora a Ben Azai, ahora en boca de su alumno Rabi Iehuda. La respuesta de Ben Azai será exactamente la misma de su maestro: "Se trata de Tora, y yo quiero aprender."

Por último, el Talmud nos relata que Rav Cahana se metió debajo de la cama de su maestro, Rav, y fue testigo del momento en que tenía relaciones con su mujer. Cuando Rav se dio cuenta, echó a Rav Cahana de la habitación, pero aun así el alumno alcanzó a decir: "Se trata de Tora, y yo quiero aprender."

Algunas reflexiones de estas tres viñetas:

1) El aprendizaje se produce a partir de la imitación de aquellas personas que son significativas para nuestras vidas. Pensemos en lo más difícil que aprende todo ser humano desde que nace: el lenguaje materno. Todo niño aprende a hablar a partir de imitar, copiar y balbucear aquello que le dicen sus padres y familia. De igual manera vemos cómo estos sabios buscan aprender de sus maestros, incluso en situaciones un tanto íntimas.


2) El texto es ambivalente en relación a los límites de lo que se puede copiar. Por un lado leemos que Ben Azai increpa a Rabi Akiva, pero luego vemos que termina haciendo lo mismo que su maestro. Vemos a Rav que echa a Rav Cahana de su habitación, pero las palabras que cierran el párrafo son las que sostienen que lo que ocurre en la cama también es Tora, y es por tanto fuente de aprendizaje.

3) Un maestro no puede disociar aquello que enseña de aquello que es. No hay que llevar esto a los extremos del Talmud, pero aun así lo que termina por trascender no es la transferencia de conocimientos (algo que por otra parte nunca es así sino que el conocimiento se construye entre todos) sino las formas, los modos y los valores de quien se encuentra enseñando.


4) La creatividad es una derivada del aprendizaje que surge de la repetición continua. Pensemos en la propia evolución: Fue gracias a la replicación del ADN que nosotros estamos hoy aquí. En esa replicación exacta es que se puede generar la continuidad. Y es a partir de esa cantidad enorme de patrones repetidos que cada tanto surgen "errores" en la copia, que dan lugar a cambios, innovaciones y nuevas posibilidades (para bien y para mal). Copiar no está mal. Quizá el truco esté en aprender a copiar de muchos lugares distintos, a fin de que a la hora de innovar nuestro reservorio de recursos sea tan amplio que nos permita establecer puentes entre temas que a priori parecen totalmente inconexos.


5) Para cerrar, una frase de Rabi Menajem Mendl de Kotzk, un maestro jasídico del siglo XIX, que creo pertinente en el marco de estas reflexiones: "Si quieres que tu hijo estudie Tora, estudia con él. Si lo único que haces es decirle que estudie, eso es lo que él terminará haciendo con sus propios hijos: decirles que estudien."

2 comentarios:

  1. Esto también me recuerda el caso de Franz Süssmayr y Mozart. Süssmayr era un clarinetista discípulo de Mozart. Esto significa Süssmayr literalmente "vivía con su Maestro todo el día". En algunas películas o libros sobre el medievo leemos de casos así en los cuales alguien aprendía las 24 horas del día de su maestro no solo un oficio o profesión sino aprendía una forma de vida. El discípulo veía cómo su maestro comía, cómo dormía, qué hacía durante el día, qué leía, etc. Un caso que se me viene a la cabeza en este momento es el de Baskerville y Adso de Melk en El Nombre de la Rosa de Eco.

    La finalización de la obra inacabada más famosa de su maestro, el Réquiem, es el mayor logro de Süssmayr, más notable que el resto de sus obras. Acompañó a su maestro casi hasta su lecho de muerte con la partitura en la mano (no fue Salieri, como muestra la película Amadeus, de Miloš Forman, por su mayor atractivo para el cine), recogiendo las indicaciones del compositor, realizando ensayos in situ hasta el último momento. Mozart era consciente de que estaba llegando al final de su vida y creía estar haciendo un réquiem para sí mismo, por lo que se preocupó de dejar al menos los esbozos generales de lo que no podía finalizar: orquestaciones, algunas melodías, y recursos que quería destacar en su última obra. Fue Süssmayr quien tomó nota de todas las peticiones que Mozart quería para su Misa de Difuntos.

    Sin embargo, no fue el primer encargado de terminar la obra incompleta. Constanze la esposa de Mozart, inmersa en grave penuria económica, pasó la partitura al otro alumno de confianza de su difunto marido, Joseph Eybler, para que la acabara. Eybler trabajó durante un tiempo en la partitura (se precisa hasta el Domine Jesu Christe), hasta que se vio desbordado por la idea de la imposibilidad de acabar la obra de un genio. Al devolver la partitura a la viuda, ésta decidió pasársela entonces a Süssmayr, que aceptó el encargo. Trabajó sobre los esbozos que había dejado Mozart y sobre anotaciones que había realizado Eybler. También se sirvió de otras obras de su maestro para intentar imprimir su toque característico a su última obra. No obstante, Süssmayr completó de su puño y letra el Sanctus, Benedictus y el Agnus Dei. En esas partes, no está muy claro qué fue escrito por Mozart y qué por el propio Süssmayr. Por ello, ha habido ediciones posteriores que han intentado resolver este problema, por ejemplo, la de Franz Beyer en 1971.

    Este tipo de relación ya no es frecuente en nuestros tiempos. Con mis maestros de música siempre compartí muchas más cosas que la manipulación del sonido...creo que es algo que vale la pena volver a recuperar...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Buenísimo el comentario Diego!
      Gracias por compartirlo y tomarte el tiempo de escribirlo!!

      Estoy totalmente de acuerdo: El sistema de maestro-aprendiz potenciaba aquello que contás sobre Mozart y Süssmayr y es de hecho el modelo que plantea el Talmud.

      En algún momento de la historia se procuró avanzar sobre una estructura diferente, y no se si eso contribuyó al mejoramiento de la situación.

      Sobre este tema hay un lindo artículo de 1996 escrito por Jean Lave: "Teaching, as learning, in practice." En: Mind, Culture and Activity 3,3 pp. 149-164

      De la misma autora existe en español el libro: "La cognición en la práctica."

      Eliminar